EL AMOR  NO  REQUIERE  QUE  DOS   PERSONAS  SE  MIREN  ENTRE  SÍ.   PERO  SI,   QUE  MIREN JUNTOS  EN  LA MISMA DIRECCIÓN.

A. de Saint-Exupéry

 

   

 

Por Fernanda.
Una simpática y alegre chica méxicana. adnanfer@yahoo.com


Este artículo no pretende dar una fórmula para ser feliz, como muchos libros de superación personal que usando psicología barata (esta es una opinión personal basada en mi experiencia en relaciones humanas). Lo que pretendo es que tratemos de ubicarnos en esta vida y empezar a romper barreras sociales, ya que estas barreras (prejuicios sociales) nos llevan a ser infelices.

Voy a empezar esta “plática” haciendo ver que cuando se rompe una regla de la sociedad, el resultado es que los defensores de esas reglas hagan lo imposible para mantenerlas y, por lo tanto, hacen infelices a los demás. La primera gran regla rota de la sociedad (aquí quiero aclarar que la palabra “regla” la vamos a entender como el conjunto de normas que rigen a la sociedad en general, en la vida cotidiana, en la ciencia, en la religión, etc.) fue el hecho de que la tierra no es el centro del Universo. Cuando Galileo dijo que la tierra se movía, por poco y es llevado a la hoguera, sólo le salvó el tener buenas relaciones con algunos clérigos, pero se le obligó a desdecirse. La iglesia,en este caso la católica, se rehusó a admitir que la tierra se movía, tuvieron que pasar casi 450 años para que el Papa (Juan Pablo segundo, 1994) reconociera públicamente que Galileo tenía razón. Este es un ejemplo de lo absurdo de las reglas sociales. La segunda gran regla rota fue en el siglo diecinueve, cuando Darwin da a conocer su teoría de la evolución, o sea que los primates y los seres humanos evolucionamos (posiblemente) de un mismo animal comúnmente llamado el eslabón perdido. Hasta la fecha no existe ninguna religión que acepte esta teoría (posiblemente tendremos que esperar otros 450 años para que lo hagan), aunque existen pruebas científicas irrefutables de esta teoría. Por último, la tercera gran regla rota se dio en los años veinte en Alemania, por Freud, indicando que nuestro comportamiento esta regido por el inconsciente, lo cual también ha sido rechazado por la sociedad. Uno de los sectores que más rechazan esto son los autores de los libros de superación personal, quienes insisten en que el consciente es el que nos rige, aunque existen muchas pruebas de que es el inconsciente el que lo hace.

No pretendo meterme en una discusión filosófica de estos hechos, simplemente los expongo para darnos cuenta el daño que nos hace la sociedad. Al ser nosotras transgresoras de estas reglas sociales, nos sentimos culpables y, por lo tanto, (por lo general) ese sentimiento de culpa nos hace infelices.

Voy a platicar un poco de mi vida entre los 17 años y los 25 años, época en que fui muy infeliz debido a mi feminidad (no por el hecho de mi feminidad, sino por mi ignorancia, debido a las reglas sociales). Cuando me encontraba cursando la Preparatoria, sentía (y hasta la fecha lo siento) que la vida era un regalo de la naturaleza (para ese entonces yo ya me había desecho de los prejuicios religiosos), yo hacía mucho deporte, fui campeona Nacional Juvenil de esgrima, estuve en la selección de segunda fuerza de baloncesto de la Preparatoria, era muy cotizada para fútbol de coladeras (el que se juega en el arroyo de la calle y las porterías son las coladeras del desagüe), en fin era un chico admirado por mis compañeras debido a mi potencial deportivo. Por otro lado me gustaba mucho estar cerca de mis compañeras, me atraían mucho, pensaba como sería mi vida con una mujer. Pero al salir de ese ambiente tan hermoso de la Prepa, entraba a otro igual de hermoso y, me refiero a que mi feminidad salía a flote. Me ponía a ver a las muchachas en el camión (bus), envidiándoles el cómo se veían (en esa época se puso de moda por primera vez la minifalda) y, por que yo no podía verme así, pero soñaba en verme no sólo así, sino mejor y hacer que todas las miradas se fijarán en mi. Gracias a que tenia acceso al departamento de una amiga, yo podía vestirme muy hermosa (al principio esta amiga no sabía que me vestía con sus ropas).

Pero después de haber sido feliz en la mañana en mi escuela y por la tarde por haberme puesto una hermosa falda, en la noche empezaba mi desesperación. Primero, las reglas sociales me decían que yo estaba fuera de ellas y por lo tanto estaba en la clandestinidad. Segundo, la ignorancia de la época me decía que yo era homosexual, pues me gustaba vestirme de mujer (en esa época sólo había blanco y negro, no había matices). La principal desesperación consistía en la aparente incongruencia entre mis dos gustos, esto era totalmente inaceptable por la sociedad.

Mi curiosidad por mi feminidad me llevo a buscar literatura sobre el tema y, por primera vez encontré que había trasvestistas heterosexuales y, además, que el primer grupo de “show” travestís que se dio a conocer mundialmente (en Francia a principios de los setenta) contaba con un integrante casado y con un hijo. Todo esto me llevo a la conclusión de que yo podía convivir con mis dos gustos. Pero antes de esta conclusión, mis noches habían sido muy desgastantes y todo por las reglas sociales. Cuando al fin logre amalgamar mis dos gustos, me sentí feliz, me casé, tuve tres fabulosos hijos, me divorcié (mi divorcio no tuvo que ver con mi feminidad) y me volví a casar y soy muy feliz.

Yo logré encontrar la llave de la felicidad y, en general, a las personas que conozco que son felices, son personas que de un modo u otro han roto las reglas sociales (estoy hablando de personas no transgresoras del género o sexo). En esta época el romper las reglas sociales no nos conduce a la hoguera ni a la cárcel (ojo, romper las reglas judiciales, mal llamadas leyes, sí nos conduce a la cárcel). Entonces yo les invito a romper esas reglas tan absurdas que tenemos encima y que nos hacen infelices, con esto no quiero decir que le digamos a todo mundo que somos transgresores del vestir, porque precisamente la mayoría de la gente utilizará esas reglas sociales para agredir a nuestros seres queridos y eso sí sería desastroso, no por nosotras sino por las personas que amamos. Esto me conduce a invitarlas a que le digan a las personas que aman (estando ustedes seguras que son amadas) sobre su feminidad, en general nuestros padres o esposa no lo entienden por ignorancia, pero por el hecho de amarnos, intentarán entenderlo y platicando con ellos llegará el momento en que nos entiendan. Claro que habrá padres o esposas que serán incapaces de entenderlo (esto es algo que nosotras sentimos de antemano, algo nos dice si lo van a entender o no) y en esos casos mas vale no decirlo. Pero donde hay amor lo demás no importa.

Para acabar esta plática les diré lo siguiente: La formula que yo encontré para ser feliz, es hacer lo que mi inconsciente me decía, él poder lucir bellas, sentir esa ropa interior tan delicada, el estarse pintando los labios, el sentir como el aire entra por debajo de la falda al caminar, eso es la felicidad, y más si tenemos una persona importante que apoya nuestra feminidad, y para eso hay que romper las reglas sociales y de ninguna manera sentirnos culpables por hacerlo.

Corolario

El corolario es algo alterno al escrito principal, por lo tanto lo que quiero decir aquí es algo que no tiene que ver con la transgresión del género, pero sí con la felicidad. Cuando Galileo dijo que la tierra se movía y, por lo tanto, que no era el centro del universo, tiró por tierra muchas bases de las religiones (de todas las épocas), los hombres se sintieron terriblemente porque ya no eran tan especiales, aun siendo la imagen de Dios. Al pasar el tiempo no sólo se descubrió que la tierra no era el centro del universo, sino que se encontraba dentro de un conglomerado (una galaxia llamada Vía Láctea) de estrellas como nuestro sol. Y al comparar nuestro sol (que es mil veces mayor que la tierra) con la galaxia resulta insignificante y, además, la Tierra se encuentra en la orilla de la galaxia; esto nos lleva a concluir que la tierra está, como muchos otros planetas, girando alrededor de su respectivo sol y por lo tanto, aparentemente ningún ser superior (Dios) la puso ahí. Entonces lo más probable es que sólo tenemos una oportunidad de vivir esta vida y, por lo tanto, esto nos obliga a ser felices porque no tendremos otra oportunidad más adelante. Incluso para las personas que creen en algún Dios, las Iglesias les garantizan la felicidad en la otra vida, pero, ¿por qué no serlo también en esta vida?

 

 
Crat
email
Grupo de Yahoo

Chat

email
Grupo de Yahoo
 
web actualizada el